
La salud visual en las personas mayores siempre ha estado en el centro de la atención clínica: cataratas, presbicia, degeneración macular o glaucoma son parte del panorama cotidiano en las consultas, sin embargo, hay un aspecto que muchas veces queda en segundo plano y que, para una población cada vez más activa y exigente, resulta esencial: la estética y el estilo de las gafas.
Los adultos mayores ya no se resignan a usar gafas “de abuelito”. Hoy, muchos quieren lucir bien, sentirse representados por lo que llevan puesto y proyectar una imagen vital. Es así, como la óptica, en este sentido, se convierte no solo en una solución visual, sino en un puente entre funcionalidad, identidad y autoestima.
De acuerdo con Cristina Trujillo, optómetra, “el estilo se mantiene. Si eres elegante vas a mantener ese estilo, sin embargo, hay algo que no sacrificamos y es: ni la salud ni la comodidad, eso es importante, entender también que vamos cambiando pero el estilo o la esencia sigue, no obstante, tú vas cambiando, no te pones la misma ropa que te ponías hace dos años. Entonces en el adulto mayor tenemos que buscar ese equilibrio entre la comodidad y el estilo que esa persona quiera tener y proyectar”.
Las gafas como extensión de la personalidad
En una época donde la longevidad crece y la vejez deja de ser sinónimo de pasividad, las gafas pasan a ser una expresión estética. Un marco adecuado puede resaltar rasgos, armonizar el rostro, dar carácter o suavizarlo. Y para muchos adultos mayores, también es una forma de romper estereotipos y empoderarse visualmente.
“No vamos a dirigirnos hacia una montura, hacia un lente que sea pesado, sino vamos a dirigirnos hacia materiales que sean mucho más livianos. Una manera de abordar al adulto mayor cuando va a la óptica es con algo que yo creo que a todos nos gusta, y es con toda esa calma y serenidad típico de esa etapa de nuestra vida”, afirmó Cristina.
Esto representa una oportunidad para que los profesionales de la salud visual desarrollen también una dimensión estética en la atención, asesorando al paciente de forma integral. Recomendar un lente progresivo, por ejemplo, puede ir acompañado de sugerencias sobre monturas que disimulen el grosor, favorezcan la comodidad y además respeten el gusto personal.
“A veces asumimos o tenemos en la mente “es un adulto mayor” pues escojámosle los diseños más tradicionales, porque siempre existirán esos diseños, eso no va a cambiar, lo que va a cambiar es algo diferente que pueda tener la montura y no asumir que, porque tengo al frente a una persona mayor, voy a ofrecerle lo mismo de siempre y no la variedad de colores, por ejemplo”.
Estilo sin sacrificar la salud visual
Claro está, el enfoque estético no debe ir en detrimento de la función visual, la clave está en equilibrar ambos factores. Un buen profesional sabrá orientar al paciente hacia opciones que respondan a su fórmula y necesidades clínicas, pero que también respeten su identidad.
En este sentido, el acompañamiento debe ser paciente, empático y personalizado. Algunos aspectos clave que se deberían tener en cuenta son: la ligereza de la montura, para evitar presión en el puente nasal; colores cálidos o vibrantes que aporten vitalidad sin saturar; varillas cómodas y ajustables, especialmente para quienes hacen uso de audífonos; y diseños contemporáneos pero sobrios, evitando los extremos.
Además, es importante considerar aspectos emocionales: una buena elección puede aumentar la autoconfianza, mejorar la percepción social y animar al paciente a cuidar más su salud visual.
El rol del profesional: asesor, no solo clínico
Para muchos adultos mayores, elegir gafas puede ser una experiencia confusa o incluso frustrante si no reciben la orientación adecuada. El profesional de la salud visual debe asumir un rol más cercano a un asesor de imagen visual, entendiendo que cada paciente es un universo con gustos, historia y aspiraciones distintas.
En Latinoamérica, donde la diversidad cultural, económica y estética es tan amplia, este enfoque puede marcar la diferencia entre una consulta rutinaria y una experiencia memorable.
La conexión con el paciente no solo se logra con un diagnóstico certero, sino también con el cuidado de los detalles: una sugerencia que realce su rostro, una recomendación pensada en su estilo de vida, una escucha atenta cuando duda entre monturas.
Porque al final, ver bien es tan importante como sentirse bien con lo que se ve en el espejo.
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